Fútbol y Derechos Humanos: LA MASACRE EN RACING CLUB Memoria, Verdad y Justicia

En una masacre poco conocida de la Dictadura, el 22 de febrero de 1977 seis personas fueron acribilladas por las Fuerzas Conjuntas en un paredón de la cancha de Racing.

La masacre pasó desapercibida durante casi cuatro décadas, perdida entre los archivos de la Dictadura como uno más de los tantos “enfrentamientos armados” en los que siempre morían civiles y jamás un uniformado: el término era el que se utilizaba para justificar formalmente los acribillamientos.
Hasta que, en 1986, casi como un dato anecdótico, un testigo reconoció que una noche de 1977 había visto seis cuerpos tendidos frente a uno de los paredones del Cilindro de Avellaneda. Así salieron a la los los fusilamientos de la cancha de Racing, uno de los tantos hechos aberrantes de la Dictadura, del que este 22 de febrero se cumplen 40 años.
Rafael Barone, un jubilado de 81 años, fue quien develó la historia en mayo del año pasado, mientras declaraba como testigo en la causa del Primer Cuerpo del Ejército por otro hecho similar. Durante su relato, Barone contó que una noche se encontraba paseando por las inmediaciones del estadio Presidente Perón junto a Omar Orestes Corbatta, el ídolo de la Academia que por ese entonces vivía en la pensión del club tras su retiro, cuando vieron “varias personas muertas, afuera de la cancha, con tiros”. Según explicó, “no había personal militar ni de ningún tipo”. En la sala, nadie le repreguntó por el tema y los medios no se hicieron eco de la historia, que fue rescatada por el periodista Alejandro Wall en su libro “Corbatta, el wing”.
Más allá del recuerdo de Barone, no hay mayores certezas acerca de lo que ocurrió frente a las boleterías de la calle Colón. La única referencia corresponde al acta elevada por Jorge Héctor San Félix, jefe de la Sección Regional Lanús de la DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), en la que relata que cuando Fuerzas Conjuntas (patrullas compuestas por militares y policías) recorrían la zona se encontraron con un grupo de personas que “se hallaba pintando leyendas subversivas” en los paredones del Cilindro. Según el reporte, hubo un enfrentamiento armado que terminó con “seis de los delincuente extremistas muertos” y ningún uniformado ni siquiera herido.
La Dictadura ni siquiera se encargó de ponerles nombres a los muertos. Si bien se llenaron actas de defunción en Lanús, nadie registró sus ingresos al cementerio de Avellaneda. Lo más probable es que los cuerpos hayan sido arrojados a una fosa común: entre 1988 y 1992, el Equipo Argentino de Antropología Forense retiró 336 esqueletos del sector 134 del cementerio, creado durante el gobierno de facto y manejado por la policía. Muchos continúan sin ser identificados.

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