Final de una era en Salta: hablar de Urtubey es pasado

El predicamento de las derrotas fue presentado por Juan Urtubey, al despedir este su último mandato como Gobernador salteño. Una carrera electoral trunca, una provincia diezmada por la pobreza, la desocupación y recesión económica, coronan el panorama general de una gestión mediocre y sólo funcional a la elite neoliberal, conservadora. Cierra la era U, con déficit, sin éxitos políticos y una apenas tímida negociación para conseguirse fueros nacionales.

¿Para quién iba dirigido el discurso del gobernador en el Palacio Legislativo?

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Sin bases de militancia real que lo vitoreen –habida cuenta de la escasez de dirigentes y dirigentas que vive el oficialismo- , o con el pleno de sus familiares beneficiados con el erario público, presente. Apenas los últimos vestigios de lo que intentó ser una Reforma Constitucional y no pudo, con la inamovilidad de los jueces y una de tantas organizaciones civiles armadas para atomizar cualquier intento de política opositora, ese es el símbolo de la Asociación de Jueces impulsada por miembros de la Corte de Justicia local, netamente oficialista; entendiendo dentro de esta etiqueta, el regreso de perfil bajo que tiene Juan Romero, como autor y padre del urtubeismo.

No hay una fiesta pidiéndole que se quede, ni manifestaciones de cariño, hacia el actual gobernador. En cambio, un escrache cuando se dirigía hacer compras en un shopping de la ciudad a modo de tantear los ánimos populares.

Una evocación a lo emotivo y un solo eje: “dejo la provincia mejor de lo que la encontré” cuantifica esta disculpa con el supuesto incremento del PBI y reconociendo que Salta es un 37,7% de su población más pobre, por encima de la media nacional.

Una administración plenamente digitada por la banca financiera del MACRO, hizo de la provincia lo que hoy implica como una fuente para el pago de los intereses usureros, que implican las ganancias crediticias que gestionaron desde la Administración central.

La burocratización de los recursos que no llegan de modo directo a los sectores vulnerables, sea que se hable de Educación, Salud, Trabajo y/o Producción. Siempre hubo un beneficio bien organizado para los prestadores de servicios privatizados. No así para el ciudadano común.

Política sin espacios de participación dirigencial genuina: desde su rol del permanente arrepentido, Urtubey siempre anduvo a dos aguas; hasta conseguir que el PJ sea en pleno año electoral, un reducto vacío y sin actividades electoralistas.

Armó los frentes aliancistas y luego, se dedicó a quebrar internamente cada espacio, hasta reducirlos a banderas y sellos de goma. Una prueba de eso fueron las trompadas en el recinto de la legislatura tratando de colgar los carteles para que se vea a los “socios” de las bases rentadas que cada cuatro años, salen a relucir como los barrabravas de la politiquería a la vieja usanza.

Sin sucesores públicos

A pesar del esfuerzo que Fernando Yarade hace para cumplir su rol de sucesor natural, en su contacto con la prensa, denota la falta de apoyo del saliente. Su ausencia como orador a una mención sobre el que vendrá, dice mucho más que las propias expresiones de deseo del acomodador financiero Yarade.

Ha tratado el contador, con esfuerzo notorio, ocultar su neoliberalismo privatizador, algo que no lo consigue –para buen sino del electorado- en sus declaraciones a la prensa local, deja en claro que su proyecto político propende al favorecimiento de los capitales grandes y extranjeros, el achicamiento de la planta del Estado y un alarde constante sobre las relaciones con los intendentes, que a esta altura de la situación reinante, es reconocer un amorío como si fuera una propuesta de casamiento.

Todos los que se postulan no dejan de aprovechar trasladar las malarias provinciales a las decisiones nacionales que si bien tiene mucho de cierto, cabe recordar que esas determinaciones del macrismo debieron contar con los votos salteños del urtubeicismo en el Congreso de la Nación.

Jubilado joven

El deslucido cierre de su etapa como gobernador, nos deja la amarga experiencia de los clanes que han mandatado la provincia históricamente: Cornejo, Romero, Urtubey, Yarade, Godoy, Isa, Olmedo, y otros, son prueba documentada de una era que ve peligrar su continuidad en el poder, tras los malestares sociales que nos aquejan a los menos pudientes y más mortales de este feudo infernal; que favorece al sector primario de la agricultura a gran escala, el narcotráfico y el financismo de capitales. Sin industrias, ni desarrollo, ni capacidad productiva de autosustentación, Salta cierra las dos primeras décadas del siglo XXI.

Juan Urtubey pasa del sueño presidencial, a la búsqueda de fueros para evitar las consecuencias de cualquier lawfare. Desde ese lugar, procuró que sus familiares posean lo suficiente para pasar el invierno, luego de no lograr – como los Kennedy- que la tradición política los bendijera, con la Iglesia conservadora de por medio. Su segunda opción fue soñar con ser el Guaidó de Argentina, pero hasta el propio venezolano, marcha a la derrota segura.

Si debiéramos imaginarnos el futuro del pronto retirado Urtubey, podríamos parafrasearlo cuando en una de tantas entrevistas a sus propias producciones televisivas, dijo que si perdía en las elecciones anteriores debía volver a la calle a litigar. A como están las cosas, ese panorama, también le estará vedado con la impunidad de una Corte de Justicia acomodaticia a los rancios intereses de la elite. En definitiva, su alineación con Macri y su ofensiva dura contra Cristina, no lo dejaron más que como uno de tantos patitos de hule amarillo, en el agua estancada. Va en fila, pero está solo.

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