RELATO DE UNA MAESTRA CRIADA PARA GORILA

En mi casa eran antiperonistas .Mi madre maestra hablaba con asco de los negros de mierda, de la negrada, de la gentusa.

Mi padre hijo de inmigrantes pobres estaba orgulloso de haber trabajado para los Alzaga Unzué. Ambos creían que Perón se había robado todos los lingotes del Banco Central, que era pedófilo, tirano y corrupto. Que Eva se mereció el cáncer, por yegua, por puta, por usar las joyas de Ricciardi y no devolverlas. En fin, todo el rosario contrera inculcado a sus hijos desde edad muy temprana. Yo fui al Normal de señoritas para ser maestra como mamá, y casarme mejor que ella, con un militar, por ejemplo.
A los 16 tuve un novio militar que se recibió de subteniente en el ’73 y decía que lucharía contra la subversión apátrida. Todo pintaba para un destino escrito en letras de molde.
FOTO: Señorita clasemediera maestra normal se casa virgen con subteniente con uniforme de gala. Pero resultó que el novio militar era un plomo, la mejor alumna del normal se enamoró de otro, conoció a chicos roqueros, a chicas comunistas, conoció la píldora anticonceptiva, y pateó el tablero de su destino.
La rebeldía de esa adolescencia de mierda se me quedó para siempre en el cuerpo, se ve. Porque a pesar de ser ahora una señora clasemediera porteña, madre devota y abuela amorosa, en los ’70 me hice peronista para siempre. A través de los libros y de la militancia. A través de los compañeros.
Me hice peronista cuando descubrí que había otro mundo posible. Y me hice más peronista cuando Néstor y Cristina trajeron de vuelta el Peronismo. Se lo arrancaron de las manos a los traidores neoliberales y se lo devolvieron al pueblo en derechos y conquistas. Lo sacaron de los centros clandestinos de detención y se lo devolvieron a las Madres y Abuelas en milicos condenados y nietos recuperados. Lo trajeron de vuelta junto con la Patria. Entonces, a veces, se me ocurre pensar que si a mí me pasó, puede ser que en cualquier momento, una señora clasemediera porteña que cree que Cristina se robó todo, que los negros planeros, que los kuka, los kaka, y toda la cantinela anti k, un día se despierte y se de cuenta de que le están mintiendo, que salga a la calle y empiece a mirar a la gente a los ojos, que pase por una librería y se compre un libro de Perón o de Jauretche o de Cooke. Y su destino y el destino de millones, empiece a cambiar de nuevo.
Y que esta vez, sea para siempre.
Karina Stecyk
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